Por Catalina Murray, psicóloga educacional de Centro Recreo.
A continuación, difícilmente encontrarán una respuesta tajante y cerrada sobre la flexibilización de la jornada escolar propuesta por el ministro educación. Lo que sí encontrarán es mi perspectiva, desde mi rol, respecto a la Jornada Escolar Completa (JEC) que puntualiza en el impacto de esta en quienes la vivencian, los/as estudiantes, y cómo ésta les ha afectado en el colegio donde me desempeño como psicóloga, porque su sentir es valioso y necesita ser escuchado. Entendiendo que los niños, niñas y jóvenes son primero ante la toma de decisiones que afectan sus aprendizajes, su salud mental y sus necesidades.
El 21 de marzo el ministro de educación, Marco Antonio Ávila, anunció que se permitirá a las comunidades educativas decidir de forma autónoma si flexibilizan (y, por tanto, reducen) la jornada escolar. Esto significa que la toma de decisión ocurriría en los respectivos consejos escolares de cada establecimiento. Los motivos que sostienen esta decisión refieren al estrés percibido en algunas (sino en la mayoría) de las comunidades educativas tras dos años de educación a distancia y/o con aforos limitados a lo largo de los colegios del país. Además de la percepción de un aumento de las conductas violentas de los/as estudiantes.
Sobre el último punto planteado, las conductas violentas efectivamente han aumentado en los establecimientos educacionales y podemos comprenderlas observando los dos años que pasaron donde las relaciones fueron remotas, a través de pantallas, difíciles de gestionar y, en ocasiones por ello, esporádicas. Las conductas llamadas “pro-sociales” (que promueven las relaciones interpersonales) se vieron interrumpidas por la escasa comunicación entre pares (pues sí, pongo en duda que la comunicación sea realmente efectiva a través de los celulares), también la emocionalidad quedó en un segundo plano en la interacción, pues buscábamos actividades que nos permitieran poner en un paréntesis aquello que estábamos sintiendo en cuarentena. Así, el estrés que sentíamos (¿o sentimos?) por el encierro y las (multi)pérdidas se manifiestan -en algunas personas- desde el descontrol de estas emociones reprimidas y el cansancio que implica el retomar abruptamente las acciones de nuestras vidas antes del COVID-19, como la presencialidad total a los establecimientos educacionales.
El estrés percibido en las comunidades educativas no es ajeno a las conductas violentas observadas en los colegios (y en los medios de comunicación masiva) y como tampoco al proceso de re-aprender cómo convivir diariamente con tantas personas. Sumemos a esta fórmula, el trabajo pedagógico propiamente tal, agudizado por lo que han llamado la “recuperación de aprendizajes”. Pues ya es sabido que el aprendizaje de los niños, niñas y jóvenes se vio afectado por la pandemia, lo cual debemos tener en consideración para el debate de la flexibilización. Entonces, ¿los niños, niñas y jóvenes deben estar de manera presencial en los colegios para aprender? Pues sí. Pero, ¿la jornada escolar completa (JEC) tiene impacto positivo en el logro de los aprendizajes? Es decir, si están más tiempo en el colegio, ¿realmente aprenden más?
Para lo anterior, no hay respuestas cerradas ya que depende de varios factores: asignaturas y talleres de la JEC, si el colegio es percibido como un espacio seguro, si los contenidos son contextualizados, si las familias están involucradas con el proceso escolar de sus hijos/as/es, el involucramiento del sostenedor, el estrés de la comunidad educativa, entre otros.
Como psicóloga de un Equipo Psicosocial en un establecimiento educacional municipal, puedo contar mi experiencia con el retorno presencial total y el por qué la flexibilización me parece pertinente (aunque tarde) para el beneficio de los aprendizajes de los niños, niñas y jóvenes. Las conductas violentas han sido percibidas en todos los niveles educativos, las manifestaciones son diversas y responden, por supuesto, a la etapa del desarrollo de los niños, niñas y jóvenes. Los/as estudiantes más pequeños/as han presentado dificultades de adaptación a la JEC, solicitan llamar a sus familias para salir del colegio con anticipación, se acercan a enfermería señalando sentirse mal para que los puedan retirar (tras las descripción de síntomas nos percatamos que es somatización), algunos/as se quedan dormidos/as después de almuerzo, los juegos tienden a los golpes, entre otras. Por otro lado, los/as jóvenes han manifestado sentirse estresados/as, pues retomar la rutina escolar como tal después de dos años lo han percibido como “cansador”. En ocasiones este estrés ha sido acompañado, lamentablemente, por ansiedad y angustia, pues algunas personas se habían acostumbrado a compartir con pequeños grupos y el convivir nuevamente con 700 estudiantes es descrito como “abrumador”. Entonces, si la salud mental está tan afectada, ¿los aprendizajes son realmente efectivos en una jornada escolar completa? Para ellos/as no. Indican que si la jornada se reduce se sentirían más tranquilos/as, ya que hay más tiempo en la tarde para estudiar, realizar trabajo y compartir con amigos/as y familia.
En algunos medios de comunicación se ha señalado que -de aceptar la reducción de la jornada escolar- se utilicen las tardes en los colegios para la realización de talleres de Convivencia Escolar, donde se les enseñe a los niños, niñas y jóvenes a compartir y, con ello, evitaríamos conflictos. Pues, hay muchos errores en esa lógica, pero plantearé sólo dos: (1) El compartir es un aprendizaje cotidiano y transversal a cualquier asignatura y/o taller, podemos aprender a compartir en matemática, en lenguaje y en el patio -donde se da la mayor interacción y de manera natural de los/as estudiantes. (2) Los conflictos son inevitable en las relaciones interpersonales, pues los desacuerdos son naturales y no tenemos que tenerles miedo; sí debemos prevenir en convertir estos conflictos en acciones agresivas o violentas, pues el daño a otra persona o a una misma no debe ser naturalizado. Esto no se aprende en talleres, sino que en la interacción cotidiana y con la constante mediación de quienes educamos.
Por otro lado, hay familias que señalaron no estar de acuerdo con esta reducción de horario, ya que les interfiere con sus horarios de trabajo. Sin embargo, debemos recordar (¡por favor que no se nos olvide!) que los colegios no son guarderías mientras las familias trabajan, sino que son centros educativos donde la familia debe participar y se debe involucrar. Por lo tanto, la JEC sí se acomoda a la jornada laboral, no así a las necesidades de los niños, niñas y jóvenes, sobre todo en este retorno total a la presencialidad. También debemos tener en consideración que las necesidades de los colegios municipales, son diferentes a las necesidades de los colegios particulares, y con ello a las necesidades familiares.
A modo de cierre, reitero que la flexibilización de la jornada escolar es beneficiosa para el bienestar y para los aprendizajes de los niños, niñas y jóvenes, como también para los/as trabajadores/as de la educación. Si bien es una estrategia tardía, pues debió estar considerada para el inicio del año escolar 2022, también es una oportunidad para des-cargar a los/as estudiantes y sus familias con un horario percibido como extenso y “cansador”. Es una oportunidad para replantear estrategias pedagógicas por parte de los/as trabajadores/as, es una oportunidad para re-pensar el quehacer pedagógico, es una oportunidad de reflexión en comunidad y, por sobre todo, es una oportunidad para re-pensar la JEC… ¿en beneficio de quién/qué fue creada?
Se recomienda el material de trabajo “Orientaciones para la jornada de reencuentro y cuidado en los espacios educativos”: https://www.mineduc.cl/wp-content/uploads/sites/19/2022/03/OrientacionesJornada_espacios-educativos.pdf